viernes, 31 de julio de 2020

El circuito de Reims


Por Miguel Garin

Una nota que leí en la revista Automundo, firmada por el periodista  Miguel Angel Barrau fue la primera noticia que tuve de la existencia del circuito de autos de carrera de Reims, en Francia.
Eso fue a mediados de la década del 60 y aún hoy no me puedo explicar porqué me produjo tan grande  encantamiento. La única causa a que lo puedo atribuir es que a esa edad estaba yo dotado de tal  fertilidad de imaginación que aquella nota no solo se volvió inolvidable sino que además me produjo un intenso deseo de conocer el circuito.

Pero si se me permite voy a decir algo más sobre la revista Automundo: era lindísima, tenía todo un mundo extraordinario, sorprendente, de amplios horizontes y al evocarla la veo llegar a casa, en nuestra chacra, ubicada en el camino a la estación ferroviaria de Ortiz de Rozas, en el partido de 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires.
Hasta allí llegaba ella,  con frecuencia semanal, envuelta en frescura, sonriente y cómplice, como les suele ocurrir a los enamorados luego de unos días de separación.

En la nota el periodista describía la fisonomía del lugar: el circuito estaba en las afueras de la ciudad de Reims, muy cerca del pueblito de Gueux en una zona de ondulados campos productores de viñedos para el famoso champán francés.
También decía que estaba conformado por un triangulo de rutas de uso habitual para los productores y habitantes del lugar, que contaba con tres curvas y tres  rectas y que se había inaugurado con una carrera de autos allá por 1926. Tenía una extensión de 8.300 metros.
Cerraba yo los ojos y pensaba ¿cómo podía ser un circuito de Fórmula 1 en medio del campo? ¿Se podría hacer algo parecido en las zonas vecinas a la ciudad de 25 de Mayo?

Se sucedieron las décadas y al nuevo episodio lo ubico en los años en que residí en Málaga. En ocasión de unas breves vacaciones que tomé,  en 2013, viajé a Bélgica donde vivían mi hijo y su esposa. Visitamos diversas cosas, todas muy interesantes,  hasta que llegó el último día, un domingo, ya el lunes temprano debía estar en el aeropuerto, regresar a mi casa y reincorporarme al trabajo.
Así fue como después de almorzar mi hijo me preguntó ¿qué te gustaría ver?

-¡Quiero ir a Reims!  - le contesté.

Consultamos el Google Maps y con la ayuda del GPS nos largamos.
En el camino le fui contando la historia que tenía pendiente a partir de aquella nota que había leído con tanta imaginación, ¡un circuito de fórmula 1 en el campo!
Ahí en Reims corrió Fangio su primera carrera en Europa el domingo 18 de julio de 1948, con un Gordini, carrera que ganó Jean Pierre Wimille con un Alfa Romeo 158. Fue aquella una actuación embrionaria, sin mucho que destacar, pero que sin embargo sirvió para que el genio principiara.
Y ahí mismo corrió Fangio la última carrera de su vida, el domingo 6 de julio de 1958; entre medio acumuló tantas carreras y títulos ganados que pasó a la posteridad como el más grande.
Llegamos,  había otros curiosos fanáticos y nostálgicos igual que nosotros y en cuanto comenzamos a recorrer lo que queda de las instalaciones se nos agregó un hombre del cual supimos dos cosas: la primera, que formaba parte del Club de Amigos del Circuito que se ocupa de mantenerlo, hasta donde se puede,  porque no reciben aporte ninguno del estado. Y segundo, que este buen hombre tendría algún desvarío mental: se le instaló en la cabeza que porque éramos argentinos teníamos por fuerza que ser familiares de Fangio.
Tres veces nos preguntó y tres veces le contestamos que no, al final y viendo que no había quedado conforme le mandé decir que si algún parentesco había era que ambas familias descendían de Adán y Eva….
El circuito, si bien más chico, me hizo recordar mucho al semi permanente de 25 de Mayo, cuando recibía al Turismo de Carretera.
En Reims se corrieron carreras interesantísimas en la pre guerra, y a posteriori se corrieron carreras por el Campeonato del Mundo de Fórmula 1, carreras de Fórmula 1 que no fueron puntuables para el torneo pero igualmente muy importantes, carreras de Fórmulas 2 y 3, carreras de Sport, de “Pequeñas Cilindradas”,  de Turismo, de motos, de bicicletas ¡de todo!
Una de las rectas contaba con algunas suaves curvas que se hacían completamente a fondo y las tres eran lo suficientemente largas como para que,  según Fangio,  le dieran tiempo para reflexionar sobre su retiro, cosa que hizo mientras disputaba la que sería su última carrera.
La primera curva era entonces muy amplia a la derecha, ahora hay allí una rotonda con diversas derivaciones.
Fácil es imaginarse lo riesgosa que debió ser en su momento; sin ningún peralte, plana, sin pianitos, ni siquiera algo de arcén y teniendo cerca una zanja muy peligrosa. Precisamente por el peligro que encerraba se la llamaba El Calvario.
¿Cómo la hacía Fangio? Según cuentan,  viniendo a fondo por la recta principal, una leve levantada de acelerador y vuelta a pisar a fondo. Haciéndola así sacaba mucha ventaja a sus rivales.
Justamente en el Calvario fue donde se descontroló la Ferrari del piloto Luigi Musso, con un terrible accidente, como consecuencia del cual falleció unas horas después.
A continuación las curvas de Muizon y la última, la de Thillois, ambas de primera velocidad, por lo que debe  haber sido muy lindas para escuchar rebajes.
La última curva tenía un secreto; había que salir a la recta final bien pegado al auto de adelante, acelerar a fondo, aprovechar la “chupada”, y adelantar a metros de la línea de llegada.
En 1953 Fangio perdió así la carrera por un segundo, a manos del inglés Mike Hawthorn. En 1954 la ganó por una décima, adelantando con lo justo a su compañero de equipo en Mercedes Benz,  Karl Kling. Y por último, otro hecho similar ocurrió en 1961, cuando el debutante Giancarlo Baghetti, con Ferrari,  le ganó sobre la raya a Dan Gurney, piloto de Porsche por aquellos días.
El circuito era rapidísmo y los promedios que en él se hacían eran similares a los de Spa-Francorchamps y Monza.
La lista de ganadores en Reims es muy elocuente de la importancia del circuito: entre otros Tazio Nuvolari, Louis Chiron, Wimille –en tres oportunidades -  Fangio –en tres ocasiones, 1950, 51 y 54-, Jim Clark, Jack Brabham.
Entre los ganadores en Fórmula 2 y en Pequeñas Cilindradas también hay apellidos ilustres: Alberto Ascari, Maurice Trintignant, Jean Berha, Stirling Moss, Alan Rees, Jochen Rindt –en dos oportunidades-, Jack Brabham, Jackie Stewart, Francois Cevert.
En Fórmula 3 tampoco faltan nombres que le dieron brillo al circuito: Jackie Stewart, Jean Pierre Beltoise, Peter Westbury. Es extensa la cantidad de pilotos célebres que pasaron por esta “pista”.

Nuestro amigo “desvariado” nos siguió a sol y sombra, pero verdad es que una vez que se olvidó del parentesco con Fangio, nos informó sobre una serie de cosas.
Por ejemplo nos mostró el altar que había atrás de los boxes donde se oficiaban misas de campaña para que todo piloto que lo quisiera, pudiera encomendarse, porque tanto el accidente como la muerte, rondaban con insistencia.
Nos mostró los lugares donde se montaban los restaurantes, que eran varios y me pareció advertir cierto desprecio hacia Enzo Ferrari, que según él no comía en ellos sino que se retiraba a la hostería La Garenne, que es la edificación que aparece en muchas fotografías, una casa de tejas francesas frente a la curva de Thillois, que se mantiene tal cual como en aquellos años.
Recorrimos la sala de cronometristas, el “pavillón” de locutores, la sala de periodistas; allí me detuve un buen rato, es que no podía dejar de imaginármelos a Federico Kirbus y a Miguel Angel Merlo, con un block de anotaciones y lapicera en las manos,  escribiendo las crónicas, que tantas veces leí con devoción cuando niño, cuando joven, tanto en La Razón como en Clarin,  y por quienes conocí el automovilismo mundial.
Fuimos a las tribunas, una llamada Raymond Sommer y la otra Jean Pierre Wimille, dos destacadísimos pilotos franceses que murieron conduciendo máquinas de carrera.
Desde ellas divisábamos gran parte del circuito, veíamos la línea de largada y llegada. Me parecía verlos a Alfred Neubauer Director del equipo Mercedes Benz y a Guerino Bertocchi, Jefe de  Maseratti parados ambos al borde del asfalto con los ojos clavados en sus autos.
Creí oír el eco de los motores lanzados a todo gas en la recta, que en conjunto sonaban como sinfonía coral, roncos y graves como bajos los de preguerra, armónicos y medios como barítonos, los de la década del cincuenta, ululantes y agudos como tenores los de los sesenta.
Allí estaban la curva del Calvario y las largas rectas que le permitieron  a Juan Manuel Fangio pensar sobre sí mismo y allí,  los ondulados campos productores de viñedos para el champán.
Era como si toda la historia del circuito de Reims reviviera para mí, como si se levantara del sepulcro y me interpelara:

-¿Y ahora que me conoció Miguel, soy como me describió Barrau en la revista Automundo de 1966?
-¿A quedado usted conforme?





TRIANGULO DEL OESTE DE 1966