jueves, 7 de noviembre de 2019

AQUEL DOMINGO DE TANTO CALOR


Por Miguel Garin

La claridad del día nos sorprendió en la ruta 205, entre Saladillo y Roque Pérez el domingo 23 de enero de  1972 cuando íbamos de viaje desde la ciudad de 25 de Mayo al autódromo de Buenos Aires, para ver la carrera de Formula 1 y desde la misma salida del sol supimos que haría mucho calor.

Parecía mentira ¡la Formula 1 en Argentina!

Originariamente éramos Jorge “el flaco  Fracchia, los hermanos José y Raúl  Bovino y yo.- Después se agregó Eduardo Guillen.

De aquel viaje no puedo reproducir todo lo que conversamos, pero sí recordar que estábamos despreocupados,  que en el interior del Fiat 1500 del “flaco”  circulaba el mate, que al alba escuchamos  en la radio la canción del momento “mañana campestre”  y que todo nos daba risa, mucha risa, claro que para eso contábamos con la inestimable ayuda de Josesito Bovino, que no paraba de hacernos reir, recuerdo por ejemplo que contaba que al record de distracción en la conducción de autos lo tenía un amigo suyo,  “ que a la mañana  atropelló un tipo que iba  en bicicleta en la calle 18, que menos mal que  se repuso y pese al  susto y los magullones volvió a agarrar la bicicleta que tan maltrecha no había quedado después de todo  y a la tarde se lo volvió a encontrar, esta vez en la calle 5 y lo volvió a atropellar”.  Dos veces en un mismo día.

Llegamos  al autódromo a las 9 y nos dispusimos a comer la vianda que cada uno llevo y que compartimos, “porqué después, adentro, va a ser muy difícil” nos dijimos. Ya la multitud era impresionante y tan solo acercarse a la puerta de entrada una odisea, a todo lo cual contribuyó la policía montada, que para “ordenar” el ingreso ese día repartió bastonazos como si estuviera apartando hacienda vacuna en un corral. En la tribuna nos establecimos  alrededor de las 11, ultima tribuna, frente al curvón, en el circuito número 9.- Aún quedaba lugar, pero la espera sería muy larga, pues la largada  estaba prevista para las 16,30 hs.

Josesito quedó al lado de la conservadora de hielo que llevamos, dentro de la cual teníamos los refrescos.

La Formula 1,  que por ese tiempo tuvo uno de los períodos más trágicos de toda su historia,  estaba poblada por  pilotos veteranos y una constelación de nuevas estrellas que venían a reemplazar a aquellos que habían entregado  la vida en busca de la gloria. Cómo diría el periodista Aldo Riera,  la señora de blanco se había llevado en veinte  meses las figuras de Bruce Mc Laren, Piers Courage, Pedro Rodriguez, y Jo Siffert,.-  Ni siquiera con  Jochen Rindt  tuvo consideración…

Así y todo en la línea de largada habrían tres campeones del mundo, Jackie Stewart, Denny Hulme y Graham Hill y otras tres figuras prominentes, Emerson Fittipaldi, Niki Lauda y Mario Andretti que lograrían igual halago en los próximos años.

Reutemann sorprendió a todos. En el día de su debut en el Campeonato Mundial hizo el sábado el mejor tiempo de clasificación. ¿Tenía antecedentes semejante hazaña?  Sí, había un antecedente, uno solo,  el de Mario Andretti en EEUU 1968 y hubo que esperar  muchísimos años para  encontrar al único que luego los  emuló: Jacques Villeneuve, en Australia 1996,  veinticuatro años después, son tres casos en toda la historia de la Fórmula 1.



La gente seguía llegando por montones, ya no había espacio para nadie en las tribunas, tal fue el entusiasmo que despertó Reutemann.  A nosotros, las sucesivas oleadas humanas que pugnaban por subir a la tribuna nos comenzaron a separar, primero un escalón más arriba, luego otro y otro, en tanto que el pobre José quedaba abajo, cuidando de la gran conservadora de tergopol, que habida cuenta de lo que cotizaba el centímetro cuadrado, fue una hazaña sacarla viva de ahí. Todo el mundo con una pregunta en la boca ¿ganará Reutemann?

En el país de entonces  comenzaba a quedar lejos el recuerdo de Fangio. Por otra parte la expectativa teníamos que los triunfos del fútbol y del boxeo se repitieran en otros deportes,  claro que  ni siquiera sospechábamos todo lo que en materia de alegrías deportivas nos esperaba: para el Mundial 78 faltaban seis largos años, aún no conocíamos a Vilas y Diego todavía era un niño.

Y en aquella Argentina ávida de protagonismo, se había presentado el Lole  diciéndonos que no llegaba para pasearse en la fórmula 1, sino que lo hacía para ser protagonista desde el minuto uno.

Como dije la espera fue larga, eterna, bajo el sol que no dio ni un instante de tregua y no hubo tampoco ningún espectáculo previo, ni una carrera de coches nacionales, ni un desfile de autos antiguos ¡nada!

Mitigar la sed era una fantasía y los vendedores ambulantes no podían subir hasta donde estábamos nosotros, tan apretada, tan apiñada de gente estaba la tribuna.- En tales circunstancias, ir al baño era otra quimera ¿cómo bajar? y luego ¿cómo recuperar el pequeño espacio de uno?

Claro que todo ese esfuerzo desapareció cuando llegó el momento de la carrera.  El público estalló de delirio cuando un grupo de mecánicos  puso al blanco Brabham de Carlos Reutemann en la pista y una nube de papelitos lo recibió en la vuelta previa. Otra vez un piloto nuestro bien adelante,  entre los mejores del mundo.

Al argentino que en inmejorable escenificación salió primero que todos a la pista  lo siguieron las rojas Ferraris, los negros Lotus, los azules Tyrrell, los Mc Laren, los BRM, los March, los Surtees y el  Matra, con Chris Amon en el volante, que no llegó a largar.

Reutemann movió antes y se puso un auto adelante, pero cuando llegaron al curvón Stewart entró primero y ya la carrera fue dominada por él que la manejó con superioridad, sobre todo a partir del momento en que  abandonó Fittipaldi.

El Lole no ganó, pero en aquel domingo de tanto calor igual nos dejó contentos a todos, porque lo vimos circular con solvencia a lo largo de toda la carrera. Creo recordar que alrededor de la vuelta 40 paró en boxes a cambiar cubiertas y que cuando salió justo pasaba Stewart que le sacó la vuelta de ventaja y que a partir de ese momento lo siguió a corta distancia. Claro está que los cambios de cubiertas no eran lo que son hoy  porque no estaban incorporados al espectáculo de la carrera y comparado con lo que se tarda ahora, aquellos cambios demoraban una eternidad.

Con el tiempo nos fuimos dando cuenta que  ese día iniciamos un extenso período de diez años en el cual el Lole nos tendría en vilo.

Ya de regreso a 25 de Mayo, después de haber perdido no se qué cantidad de agua en transpiración, no dejábamos ninguna impresión de la carrera sin analizar:  Qué dominio del auto –comentábamos- mostró Jackie Stewart, qué bien Hulme, que terminó segundo, qué sonido espectacular tienen las Ferrari, qué gracia en el manejo exhibe  Jacky Ickx…..

Habíamos conocido a esos pilotos y a esos coches que por años los encontrábamos solo en las revistas  o en las crónicas de los diarios y en las radios; en la TV no, porque aún faltaba para que se televisaran las carreras, así que nuestro amor hacia ellos era un amor de papel que nos habían inculcado las mágicas “plumas” de periodistas de nuestro país como Alberto Salotto, Miguel Angel Merlo o Alfredo Parga, entre otros, como así también de los que llegaban traducidos, Franco Lini de Italia o Denis Jenkinson, el barbudo inglés, a quienes solíamos leer en las maravillosas páginas de la revista Automundo.

En el viaje de vuelta Josesito nos contaba que un amigo suyo, desamorado hasta con su propia familia, le había comentado que había fallecido su padre, pero lo consideraba una desgracia con suerte  “porque- revolviendo cosas encontré un cuchillo cabo amarillo que había perdido el año pasado”  y cada cosa de estas nos hacía reventar de risa.

Y que a otro conocido, famoso por la falta de pericia para todo “le habían dado para que manejara un campo y  el muy tonto lo chocó”.

Quiero aclarar  que José y Raúl Bovino son los hijos de Fela, la gran enfermera de la ciudad de 25 de Mayo, Fela la buena, Fela la abnegada, la desinteresada, la que nunca tuvo problemas para levantarse a cualquier hora de la madrugada para  aplicarle una inyección a un enfermo.

Cuando por fin ya en la ruta de regreso, nos pudimos sentar en un bar a reponer energías, José contaba que unos días antes mientras hacía la cola en el banco, se dió a conversar con un tipo que le preguntó ¿vos tenés campo? “sí” le contestó,  mintiéndole para reírse a continuación, ¿y cómo se llama tu campo? volvió el curioso a preguntar:

“La jeringa”   –le respondió-   estancia  “la jeringa”.

Era tan fácil reír…..




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