Por Miguel Garin
Con Ezequiel nos conocemos
desde chicos. Ambos tenemos 26 años.
El heredó la ferretería del
padre, a una cuadra de casa. Yo heredé el reparto de garrafas de gas. Los dos
somos muy conocidos en el barrio y siempre, siempre tenemos temas de
conversación, así sea bajo un sol implacable o bajo la lluvia.
Vamos al mismo gimnasio, donde practicamos boxeo, en las categorías amateur. Un día nos propusieron hacer una pelea de semi fondo, la noche que hicieron una exhibición Ramiro “La Furia” Guzmán y Maxi “La Tromba” Benítez, luego del peleón que habían hecho en la Federación de Box, en Buenos Aires, pelea que fue trasmitida en directo por la televisión. Nos miramos con Ezequiel y sin pensarlo mucho aceptamos. El puso el afiche en la ferretería, en la heladería de enfrente, en la estación de servicios y yo repartí todos los volantes que pude. El barrio entero fue a vernos. Sonó la campana y empezó la pelea.
-¿Ezequiel –le pregunté-
tenés el cosito ese en la ferretería?
-¿Qué cosito? Me preguntó
-El cosito che, vos lo
conocés, si ya me vendiste uno hace unos años.
-Cosito, cosito….pensaba
Ezequiel mientras intercambiábamos sopapos de lo lindo….la verdad…
-El cosito Ezequiel, lo
necesito, el cosito que va en el otro coso entre la pared y el coso.
-¿El que es redondo? Me
preguntó.
-Sí, y medio cónico
-¿Qué es de goma?
-Claro chabón ¡no va ser de porcelana! Le dije mientras hacía un gran esfuerzo para no caer luego de errar un gancho de derecha. Esa noche Ezequiel estaba con toda la polenta. Parecía que había comido carne de león. Yo lo esperaba. Si volvía a abrir un poco la guardia y me dejaba libre esa especie de túnel en su defensa, podría entrarle con un derechazo.
-El cosito, Ezequiel, el que
va en el otro coso entre la pared y el coso.
-Ah sí, sí, ahora caigo,
ahora caigo me alcanzó a decir mientras abría un poco la guardia.
Y cayó. A la lona. Fue así como gané por nocaut.
Al otro día, temprano, tocó timbre en casa y me trajo el cosito.
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